El campo es uno de los recursos naturales mas importante para los seres humanos pero a menudo se nos olvida que el hecho de cuidarla día con día, todos los días podemos estar consumiendo un producto derivado del campo, desde las tortillas hasta el agua de Jamaica que compramos en la esquina de la casa.
En esta ocasión vengo a informar como es el impacto del campo en la sociedad que vivimos día con día, pero podemos pensar que no es algo que sea relevante, debido a que estamos acostumbrados a que todos los productos que consumimos llegan ya procesados pero imaginemos un mundo donde los productos son sembrados y cosechados. ¿Verdad que cambia tu perspectiva?
En algunas de las comunidades rurales de hoy en día se mantienen haciendo sus propios productos, ya sea que se dediquen a la agricultura, pesca, ganadería, o así mismo a la crianza de animales, etc. Pero al visitar alguna de estas comunidades es como nos podemos dar cuenta que impacto tiene el campo en realidad y nos despejamos a la idea de que todo es industrias, carreteras y centros comerciales.
El campo genera mucho empleo y quizás te preguntes de que forma, le explicare los campesinos se dedican a la siembra por ejemplo de maíz, frijol, calabaza entres otros productos entonces los campesinos al cosechar estos productos tienen dos distintos fines, ya sea para consumo propio o para la venta y así es como todo su esfuerzo de la siembra se ve remunerado , por que cabe destacar que el sembrar es una actividad en la que muchas personas de hoy en día ya no se quieren dedicar, ademas de que debes esperar temporadas y es un trabajo muy poco valorizado.
La vida del campo es muy diferente a la de una ciudad y en cada una encontramos ventajas y desventajas. No podemos decir que vivir en la ciudad es mejor que en el campo porque en ambas partes hay algo especial para disfrutar o para ayudar a mejorar.
Veamos las diferencias entre el campo y la ciudad:
En la ciudad, las edificaciones son muy altas, el terreno es escaso y muy costoso, así que tienen que construir muchas viviendas en poco espacio. Hay edificios con muchas viviendas unas encima de otras.
En el campo las viviendas suelen ser para una sola persona, como hay más terreno las casas se construyen unas junto a otras.
En la ciudad se tiene mucha más oferta de servicios de todo tipo , incluido los de ocio. En el campo los servicios son más limitados, y cuanto menos habitantes haya, menos servicios suele haber.
En las ciudades hay muchos beneficios que les llama mucho la atención a las personas que habitan en el campo, como las oportunidades de progresar profesionalmente
El campo es un sector más disperso y sin muchas diferencias. Las áreas de trabajo se concentran a oficios como la pesca, el cultivo, la minería y la madera. En la ciudad hay muchísimos campos de trabajo y se pueden desempeñar muchos oficios.
La gente del campo piensa que la vida en la ciudad es muy buena y divertida y desean esa vida, sin embargo las personas de la ciudad envidian la vida del campo porque desean una vida tranquila, relajada, que puedan estar en contacto con la naturaleza.
Tanto la gente del campo como de la ciudad se tienen que levantar temprano al trabajo, los campesinos lo hacen para trabajar la tierra y los de la ciudad para trabajar en las fabricas, oficinas, industrias y ambos grupos lo hacen para mantener a sus familias.
La vida social en la ciudad es muy variada porque se cuenta con muchas opciones. Los jóvenes cuentan con núcleos de amigos que se reúnen para ir al cine, a bailar o hacer deporte. Los niños tienen posibilidades de compartir con los compañeros del colegio, ir al parque, al cine y jugar en sus casas. En el campo los niños juegan en el río, con los animales y con los pocos vecinos que tienen alrededor de su finca.
Vivir en el campo es gozar de la naturaleza, el aire puro, los hermosos paisajes naturales, los animales y muchas maravillas más. Vivir en la ciudad, es disfrutar el modernismo, la moda, las grandes construcciones, los espectáculos de ocio muchas otras cosas.
En el campo el tiempo corre más despacio y la vida es lenta y tranquila. En la ciudad todo es acelerado y el tiempo vuela, la gente solo tiene tiempo para trabajar, estudiar y dedicarse a sus labores. El fin de semana es para descansar y compartir con la familia.
Las relaciones y amistades de los habitantes campesinos son buenas en general. Las personas se conocen lo suficiente para brindarse ayuda mutua, y confiar en ellos, mientras que en la ciudad es difícil y los círculos de amistades son cerrados. Es difícil hacer nuevas amistades porque no se puede confiar mucho en las personas que no se conocen bien.
Una desventaja de la vida en el campo es que los centros de asistencia médica son pequeños y cuando alguien se enferma de gravedad tiene que viajar a la ciudad. También se diferencia de la ciudad en que no tiene grandes supermercados, y los productos que comprar son más limitados, mientras que en la ciudad hay grandes supermercados en los que podemos comprar prácticamente cualquier producto. Las ciudades presentan grandes problemas sociales, mucha contaminación y hay superpoblación.
En resumen, tanto la vida del campo como de la ciudad poseen algo que atrae y algo que desanima. No es fácil decir que es lo mejor y qué es lo peor de cada lugar. También cuenta mucho la experiencia de vida de cada persona. Según como vivan, las facilidades, las oportunidades, que hayan tenido, así es la imagen que tienen del campo o de la ciudad. Si pensamos en la gente que nació en la ciudad y que tiene una estabilidad, ya se ha acostumbrado y seguro que le gusta y ama a su ciudad. Pero si pensamos en una familia campesina que ha llegado hace poco, pues la ciudad le va a ser muy desagradable y poco amigable, porque son extraños en un mundo desconocido para ellos.
De igual forma, aunque la vida del campo es linda, una persona que es de la ciudad, le costará mucho trabajo ajustarse a esa vida porque le va a hacer falta las comodidades de la ciudad, la facilidad de movilizarse, de encontrar diversión y de conseguir rápidamente todo lo que necesita.
Vivir en el campo o vivir en la ciudad, es maravilloso para cada cual. Por eso debemos aprender a convivir y respetar las costumbres de cada uno. Aprendamos a disfrutar del campo y sus maravillas y si podemos aportar algo para mejorar la vida de los campesinos, hay que hacerlo con ilusión.
De la misma manera, apreciemos la ciudad, seamos agradecidos con todo lo que nos ofrece y cuidemos los parques, las calles que son nuestras.
Las ciudades reciben a todas las personas y les da todo. Por eso debemos ser solidarios y sobretodo sentir que pertenecemos a ella.
Tanto el campo como la ciudad pertenecen al mismo país, o sea que somos iguales. La diferencia está en las costumbres y estilos de vida de cada zona. Aprendamos del campesino, que tiene mucho que enseñarle a la gente de la ciudad. Y escuchemos a los ciudadanos que con su experiencia de vida, nos aporta conocimientos útiles y ejemplo de superación. Todos aprendemos de todos, y podemos formar una gran familia.
En efecto, hasta hace algún tiempo, los procesos de urbanización eran acompañados de prácticas vinculadas a la “doble residencia”, indicándose con ello la posibilidad que tenían los campesinos de diversificar su economía accediendo a trabajos temporales no agrarios. Sin embargo, leída desde otro punto de vista, podría decirse que esta práctica atendía, más bien la ausencia de un aparato productivo en los centros poblados, que garantizara un grado mínimo de certidumbre en la población. Por ello, los campesinos, después de sus trabajos temporales en las ciudades o las minas, que por cierto no demandan estándares de calificación, volvían a sus actividades agropecuarias, resolviendo así la imposibilidad de una inserción laboral definitiva. En ese sentido, el campo era el sostén de las carencias urbanas, cuestión que además estaba –aún lo está- vinculada a procesos de intercambio desigual.
Hoy por hoy, el deterioro del trabajo campesino le está poniendo límites a esta especie de complementariedad rural-urbana, rasgo sobre el cual se abogó en torno a la persistencia de la cultura indígena que entre idas y venidas cristalizó a su manera en las ciudades. Por eso, algunos autores indicaban que los valores indígenas suplantaban los valores de clase, lo que incluía un ambiente proclive a etnizar la política. Si la tendencia es como presumimos, lo que parece estar ocurriendo en el marco de la migración rural-urbana es el abandono definitivo del campo y, junto a ello, la presencia de generaciones que están viviendo formas de extrañamiento sin retorno, lo que supone el desgajamiento de los vínculos culturales con la tierra y, finalmente, el más rotundo proceso de vaciamiento ideológico que se haya vivido en el país, a ser llenado por prácticas de des-socialización y violencia.
Por todo ello, urge que a la política extractivista se anteponga una política de desarrollo rural que devuelva a la población campesino-indígena el sentido de vivir de la tierra. Ni el deterioro del medio ambiente, ni el despojo de sus medios de producción individuales y colectivos conduce a ello. Tampoco un Estado que a nombre de las necesidades del desarrollo nacional, lo haga sin un concepto estratégico y a largo plazo, cuya misión principal sea, en definitiva, la preservación de la vida.
Los gobiernos mexicanos neoliberales de cambio de siglo, la infundada y poco atinada política oficialista de relegar a ciertos grupos sociales del campo –como los campesinos e indígenas- de la tendencia de re-modernización del libre mercado tuvo que ver con un proceso de exclusión mucho más amplio respecto de a qué grupos privilegiar y sobre a qué sectores socioeconómicos dirigir las políticas de desarrollo de corte agropecuario. No obstante, ante un escenario así, emergen preguntas silenciadas pero muy presentes ¿Más allá de los escasos grupos de beneficiarios, a quiénes se dejó de lado y omitió? ¿Quiénes son esas centenas de miles y millones de personas a los que de facto se marginó del proyecto nacional y no se les hizo participes del cambio de rumbo? El viraje de qué hacer con el agro se hizo sobre un cálculo reduccionista que no contempló a cabalidad el peso y significación del campo y los campesinos en la vida nacional.
Es cierto que para inicios de la década de 1980 el campo mexicano, derivado de un histórico proceso de abandono oficial y ya con un severo y estructural deterioro, no aportaba mucho al Producto Interno Bruto –su contribución era menor al 10%-. No obstante, su significación residía, más que en términos de los montos totales efectivos de dinero aportados por el sector agropecuario, en la capacidad de producción de alimentos para consumo nacional –con el consecuente ejercicio de la casi total soberanía alimentaria y en la cantidad de fuentes de empleo que generaba entre la diversa y dispersa población rural del país; y, de no menor trascendencia, la reproducción de un modo de vida mucho más respetuoso con el medioambiente natural y con una profunda valoración sociocultural por la tierra como sustento de la vida. El efecto de las políticas de re-estructuración no se hizo esperar y, en un muy breve lapso de tiempo, la adversa situación de los campesinos se recrudeció aún más y condujo a drásticos cambios sociodemográficos, mientras los jóvenes salieron y salen en busca de oportunidades laborales, las mujeres y los adultos mayores se quedaban y permanecen en las localidades rurales. Como han señalado algunos especialistas, se presentó una fuerte reducción demográfica, así como un envejecimiento y feminización de la población.
No obstante, frente a esta situación de clara adversidad, diversas organizaciones sociopolíticas y agrupaciones de campesinos e indígenas han hecho y hacen frente a estos embates mediante diversas estrategias y acciones, desde el seguimiento de cauces legales y denuncias penales y mediáticas sobre las problemáticas que viven, hasta la acción social y la protesta en defensa de sus territorios y sus propios modos de vida. Así mismo, y a nivel de las familias y las comunidades, muchas de las personas que tuvieron que dejar sus localidades rurales han mantenido y preservan un vínculo con sus parientes en los lugares de origen y envían, de acuerdo a sus posibilidades, diversos bienes y recursos monetarios que, en cierta medida, contribuyen a reproducir las condiciones de vida de aquellos que se quedan en el campo.
A principios de los años 70, un grupo de profesores y estudiantes de la Escuela Nacional de Agricultura encabezó un movimiento en defensa de una universidad nacionalista, que tuviera como propósito fundamental ayudar al campo, a los campesinos mexicanos a resolver su problemática de elevar su producción y, en consecuencia, elevar su nivel de vida. Luchaban por una universidad popular, que garantizara que entraran a estudiar los hijos de la gente humilde.
Aquiles Córdova Morán, ahora dirigente nacional del Movimiento Antorchista y en ese entonces profesor de la escuela, dirigía al grupo que luchaba por la transformación de la Escuela Nacional de Agricultura (entonces llamada así) en Universidad. Participó activamente en la elaboración del Proyecto Universidad Autónoma Chapingo (Proyecto U.A.Ch.) hasta que el movimiento logró que la Cámara de Diputados la aprobara y se publicara la Ley Orgánica de la Universidad Autónoma Chapingo en el Diario Oficial de la Federación el 31 de diciembre de 1974.
Una vez aprobada la ley, mucha gente que aspiraba a ocupar el cargo de rector y, en consecuencia, tener el control sobre la Universidad, desató una campaña en contra del grupo que encabezaba la lucha y, a pesar de que éste ganó un plebiscito en el que se votó a favor de su permanencia en la universidad, finalmente fue expulsado, por medio de la violencia, con la entrada del Ejército.
Sin embargo, se logró el cambio que garantizaba el ingreso, en forma preferente, de los hijos de campesinos pobres, obreros, artesanos, es decir, hijos del verdadero pueblo. Hasta el día de hoy, es la única institución que reconoce como autoridad a la comunidad magisterial, estudiantil y de trabajadores, y es la única universidad en donde está por ley que el rector tiene que ser electo por voto universal, directo y secreto de toda la comunidad.
A raíz de la expulsión de la U.A.Ch., con todo el cúmulo de experiencia, ideas, afinaciones, el grupo llegó a la conclusión de que había que fundar un movimiento que, a diferencia de su labor en la Universidad que era meramente estudiantil, organizara y educara a las grandes masas.
En aquellos años, el grupo encabezado por el ingeniero Córdova Morán detectó los problemas que presentaba el socialismo clásico: “Eso nos lleva a replantear nuestra ideología, nuestra manera de ver las cosas y, antes de que cayera el socialismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), habíamos llegado a la conclusión de que debíamos cambiar la ruta, que debíamos convertirnos en un movimiento político más adaptado a la situación nacional, que teníamos que elaborar un programa nacionalista a favor de los grupos más necesitados del pueblo mexicano y que encauzara la lucha de manera constructiva. En fin, teníamos que convertirnos en un grupo que realmente organizara a la gente para que mejorara su suerte, pero hoy, no dentro de muchos años”, menciona el ingeniero Aquiles Córdova.
Aquiles Córdova Morán nació en 1941 en Tecomatlán, Puebla, que se encuentra en la Mixteca Baja Poblana, lugar que estaba sumido en la miseria y en el atraso en todos los aspectos. Los caciques del pueblo tenían el control político y económico, acaparaban todos los productos agrícolas, estaban ahorcando el campo mexicano y no dejaban a los lugareños ninguna opción más que vivir en la más profunda de las pobrezas.
No hay una fecha exacta del momento en que nació el Movimiento Antorchista, aunque éste reconoce como oficial el año de 1974. De hecho, cuando oficialmente se reunieron cerca de 30 elementos y decidieron formar el grupo (en Tecomatlán, “la cuna de Antorcha”), lo que se estaba haciendo era materializar la idea que había ido creciendo desde tiempo atrás. En la fundación estaban presentes el ingeniero Aquiles, algunos de sus hermanos, dos o tres profesionistas y el resto eran campesinos. Es decir, Antorcha Campesina nació de los campesinos, de personas muy modestas que vieron bien el proyecto y se pusieron a trabajar para llevarlo a cabo.
“Cuando empezamos a discutir cómo le íbamos a poner a esta nueva organización que queríamos formar, mi madre (Margarita Morán), que estaba cerca de allí, mencionó que había conocido una revista que se llamaba ‘Antorcha Campesina’ (…) pero, además, nos dijo: ‘si lo que ustedes quieren es ayudar al pobre, ayudar a los del pueblo en la oscuridad, pues pónganse Antorcha, porque ustedes son los que van a alumbrar a los campesinos en el camino oscuro en el que vive’. Y, efectivamente, nosotros nos proponemos ser los que alumbremos al pueblo el camino del progreso, del trabajo, un camino constructivo para el bienestar del pueblo pobre de México lo más pronto que se pueda”, señaló.
“Uno de esos proyectos es este de sembrar un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables e incluir cultivos de ciclo corto, sobre todo la milpa, con frijol, con calabaza, con lo que se ha hecho desde hace siglos en el campo, con esa tecnología tradicional que le ha dado de comer por muchos siglos a los mexicanos”.
Sembrando Vida atenderá los dos problemas centrales que han resultado del abandono del campo: la pobreza rural y la degradación ambiental. Busca rescatar al campo, regenerar a las comunidades y reactivar la economía local en 19 estados. Lo anterior, con la siembra de un millón de hectáreas divididas en plantaciones agroforestales con árboles maderables y frutales para recuperar la fertilidad de la tierra, y en milpas intercaladas con los propios árboles frutales.
Al respeto, el presidente electo señaló que se trata de un programa “que apasiona, sí puedo decir que este es de los preferidos porque tiene toda la justificación, está completamente argumentado. Nada más pensemos que se va a iniciar en el sur sureste del país, ahí donde se vive la paradoja de que se tienen muchos recursos naturales, son los estados más ricos, con pueblos pobres, y esto lo podemos constatar en cuanto al mero crecimiento económico del país, ya no hablemos de desarrollo”.
En ese sentido, señaló la desigualdad que la región muestra en comparación con otros puntos del país:
“En los últimos 30 años, en términos muy generales, el norte ha crecido un promedio anual del 4 por ciento; el centro, el 2 por ciento, y el sur sureste cero por ciento. En el sur sureste sólo es la Riviera Maya, Cancún, Quintana Roo. Si no hubiese sido por ese desarrollo estaría peor la situación, porque [las personas] de Chiapas, de Oaxaca, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán, se han ido a buscarse la vida a Quintana Roo. Allá han mantenido tasas de crecimiento del 8 y hasta el 10 por ciento anual”.
Agregó que la región beneficiada con el programa Sembrando Vida tiene cualidades únicas que la hacen propicia para detonar el desarrollo productivo de sus pueblos:
“El cambio es ahora equilibrar, que haya crecimiento en el sur sureste, ahí tenemos los recursos naturales, tenemos el conocimiento, las culturas, es la región con más fortaleza cultural de México y de las regiones con más fortaleza cultural del mundo, el sur sureste, y lo mismo en cuanto a naturaleza. Es una región rica y diversa en fauna, en flora, con 70 por ciento del agua en todo el país. Entonces vamos a atender al sur sureste para que no haya esta paradoja entre riqueza y pobreza, por eso este programa es importante.”
Por ello, López Obrador explicó que Sembrando Vida está pensado en invertir recursos en la participación de los mismos habitantes que trabajarán en el ámbito de su propio entorno social:
“Destacar que se van a crear desde el próximo año, vamos a empezar con 400 mil empleos directos, no es empleo temporal. En estas diez regiones, en estas [primeras] 500 mil hectáreas son 200 mil empleos con jornales de 5 mil pesos… Lo interesante de este jornal es que lo va a recibir el dueño de la tierra donde se va a sembrar, ya sea el pequeño propietario, el comunero o el ejidatario, porque lo que se quiere es que se siembre.”
El programa Sembrando Vida fue presentado por María Luisa Albores González, quien señaló que entre 2000 y 2005 se perdieron 235 mil hectáreas por año. Además, en el periodo que corre de 2005 a 2010 la deforestación anual fue de 155 mil hectáreas, con la respectiva pérdida de fauna y suelo.
Albores González agregó que, como consecuencia de lo anterior, estas áreas padecen rezago social, marginación y pobreza: “Los estados que tienen mayor riqueza son los que tiene la mayor marginación y la mayor pobreza”, ahí habitan 11.4 millones de personas; el 65 por ciento de las viviendas no cuenta con drenaje y el 67 por ciento no tiene servicio de energía eléctrica.
Por ello, la futura secretaria del Bienestar destacó que Sembrando Vida busca la restauración productiva y social de territorios agrarios a través del empuje económico a más de 400 mil pequeños productores, comuneros y ejidatarios, con el acompañamiento de técnicos especializados que harán trabajo comunitario.
En este modelo, cada campesino cultivará 2.5 hectáreas por un jornal de 5 mil pesos mensuales. Además, será parte de una comunidad de aprendizaje campesino de 25 personas donde complementarán sus conocimientos en alternativas orgánicas y desarrollo de viveros, entre otros temas. Lo anterior, bajo un enfoque de economía social.
La primera etapa de Sembrando Vida inicia en Veracruz, Chiapas, Tabasco y Campeche con la integración de 220 mil campesinos para trabajar 550 mil hectáreas de cultivo. La segunda etapa se desarrollará en el resto de los estados a partir de 2020.
Durante su intervención, el académico Armando Bartra lamentó la enorme pérdida de bosques y selvas del país, y dijo que la mejor forma de reactivarlos es la participación de los campesinos: “Bosques y selvas son absolutamente indispensables. Sin ellos, no hay vida ni desarrollo”.
Por su parte, el destacado ambientalista y académico Víctor Manuel Toledo Manzur enfatizó sobre la postura del presidente electo a favor del medio ambiente:
“Para quienes por más de 40 años nos hemos dedicado al estudio de la naturaleza y de las relaciones que las distintas culturas de México y el mundo establecen con ella, celebramos que este movimiento, felizmente convertido en gobierno al que hemos apoyado como simples ciudadanos esté ya integrando sus planes estratégicos como nunca antes, y de manera decidida e inteligente”.
Se refirió a la preocupación que impera en la sociedad por el cuidado del ambiente, y destacó la sensibilidad del gobierno electo “porque hace compromisos y perfila respeto al ambiente y a los procesos naturales. La Cuarta Transformación comienza en el centro de la tierra con este estupendo programa Sembrando Vida, pero también rechazando la técnica del fracking para extraer petróleo y gas, así como eliminado los cultivos transgénicos”, en alusión a la decisión de López Obrador de privilegiar técnicas responsables con el equilibrio natural.
López Obrador agradeció la presencia del gobernador de Campeche, Alejandro Moreno; de Yucatán, Mauricio Vila, así como de los mandatarios electos de los estados de Tabasco, Adán Augusto López; Veracruz, Cuitláhuac García; Chiapas, Rutilio Escandón y al representante del gobierno de Quintana Roo: “Gracias a los ciudadanos gobernadores del sureste que nos acompañan, muchas gracias por participar en el inicio de este programa que es para nosotros prioritario”.
Finalmente, AMLO dijo que Sembrando Vida es un programa que sí va a funcionar, “María Luisa Albores tiene todo nuestro apoyo; Javier May, que sabe muchísimo de este trabajo y un gran agrónomo joven, Hugo Chávez”, quienes estarán a cargo del programa. Pidió a los investigadores de las universidades del país “que nos ayuden, es una convocatoria amplia para que podamos estar evaluando este programa”, finalizó.
Como podemos saber, el clima es de suma importancia para el campo debido a que nuestro suelo mexicano es fértil, pero queda muy en claro que necesita de agua para crecer y adversidades del clima.
Si alguna vez hemos visto como siembran podremos darnos cuenta que siembra en cierta temporada del año, debido a que se asume que en esos días, semanas o meses sera temporada de lluvias. Los agricultores se preparan todo el año para saber que fecha sembrar, pero debido a sus años de experiencia ya les es mas fácil el calcular la temporada de lluvias.
Por eso podemos destacar que el clima es el factor mas importante para el campo, pero no solo la lluvia es importante, lo que también quiero destacar es la temporada y a que me refiero con temporada, me refiero a que si el clima es caliente, frió, húmedo, soleado, lluvioso, boscoso, desértico, etc; es un factor importante debido a que debes saber que se siembra, si no conoces bien que clima es podrá ser que hayas sembrado en vano y nunca cosecharas lo que esperas, debido a que el lugar no esta en condiciones necesarias para ese fruto.
Las ciudades son los nuevos países. Cada vez tienen un peso mayor en la vida de la humanidad, no solo económico, sino social y político. Da la sensación de que todo lo que resulta relevante tiene lugar en las grandes urbes, los espacios donde se impulsan las nuevas tecnologías y aprenden a convivir diferentes culturas. Allí están los grandes museos, las exposiciones, las librerías, los teatros, los aeropuertos internacionales. Sin embargo, todo eso no funcionaría sin el campo que las rodea, no solo porque es allí donde se producen los alimentos que los ciudadanos consumen a gran escala, sino porque el sustrato cultural e histórico de casi todas las naciones europeas procede tanto del mundo rural como del urbano. La historia de la UE ha estado marcada por el peso de la ruralidad, a través de la Política Agrícola Común (PAC), destinada a evitar que las zonas rurales quedasen atrás. Y los agricultores siempre han hecho oír su voz, desde los chalecos amarillos que han incendiado media Francia hasta aquellos que quemaban casi de forma rutinaria camiones de fresas y tomates en la frontera con España.
Este programa nace del interés del Gobierno de Brasil y de FAO por compartir experiencias y aprendizajes en la obtención de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
El Programa tiene como objetivo orientar la elaboración y la ejecución de Proyectos Regionales para apoyar iniciativas de cooperación triangular en campos como los de las políticas públicas asociadas a la seguridad alimentaria, nutricional y alimentación escolar; agricultura, desarrollo de la pesca y acuicultura, bosques, estrategias de reducción de la pobreza y desarrollo rural sostenible en beneficio de países en desarrollo.